viernes, 25 de mayo de 2012

Bidet, bidé


Imagine el problemita de nuestros antepasados debido a la inexistencia del papel.
Imagine las enceradas hojas de acacia, parra, platano, o las del lustroso y colorido croto.
Imagine a las hojas de ortiga agarradas por equivocación, hayyyy... 
Imagine a la relativamente suave mazorca.
Imagine el tosco y carísimo papel de los primeros tiempos de su existencia.




Imagine el alivio que causó la llegada del bidet a sus afortunados usuarios.
Francia, finales de la edad Moderna
El jinete pegado a su larga sombra desplazaba sus penurias en el ocaso de un día agotador.
El conde de “Bidet”, sobreviviente de mil batallas, apenas mantenía el equilibrio a horcajadas del jamelgo que arrastraba sus huesos tras la dura derrota.  
El culo tumefacto de hemorroides, del noble caballero, dolía más que el orgullo mancillado en la reciente escaramuza.
Ya en el castillo, de aliviar su maltrecha anatomía se encargaron los criados.
Dicen que el agua tibia de la palangana donde posó su honorable trasero fue la inspiración del aparatejo que ideó poco después, para llevarlo y usarlo donde quisiera que fuere. 
Chascarrillo aparte, la historia del bidet, como otras, se pierden en los laberintos del tiempo y la narración sin documentos.
Si su nombre no proviene del “conde”, seguramente lo lleva debido a que se lo monta a caballito.
Del francés: bidet; jaca-caballo pequeño-. 
El bidet, o bidé, pariente cercano del inodoro, por su proximidad y parecido, también, como este, mira de abajo el lado oscuro de nuestro ser …
Este dichoso artefacto, que remoja, lava y entibia culos y aledaños, inicialmente fue una especie de asiento con una cavidad para insertar el traste. 
Abajo de este se ponía el cubo con agua, jofaina, palangana o lo que fuere necesario para el emprendimiento, luego, manos e imaginación se encargaban de la faena.
Parece ser que los nobles franceses del siglo XVIII lo empezaron a usar para mitigar hedores y molestias varias ocasionadas por la falta de higiene imperante en el reino.
No fue exclusividad de los galos el vaho rancio emanado de cuerpos vírgenes de lavado. 
Desde sus albores gran parte de la humanidad sufrió este flagelo, que decreció notablemente a partir de comienzos del siglo XX.
El primitivo emplazamiento del bidet fue el dormitorio, lugar adecuado para hacer un rápido enjuague de los genitales antes o después de la cópula. 
El chorro y las canillas llegaron más tarde, con el advenimiento de las cañerías modernas, momento en que el bidet da el gran salto y se instala definitivamente en el baño.
Entonces, como hoy, también se lo usaba y usa como lava-pies, y no sería de extrañar que los visitantes de otras comarcas, que desconocen su función, orinen en él, y... esperemos no lo confundan con un bebedero... 
                              ...puede pasar.  
Es sabido que  la limpieza no fue el hábito común en tiempos remotos, la aversión al agua de nuestros mayores dio rienda suelta a la proliferación de tufos y efluvios pestilentes procedentes de damas, niños y caballeros de todo tipo y condición social. 
El bidet contribuyó con su grano de arena a la lucha por desterrar la mugre infame. 
por algo había que empezar... 
...Y fue por abajo, como debía ser.
El uso del bidet no prendió uniformemente en el planeta. 
Parte de Europa, Asia y América latina lo usan, en Argentina, Uruguay y paraguay es un artefacto común, así como en Japón.
En los Estados Unidos no tienen tal costumbre, aunque, como siempre, hay excepciones.
Lo curioso es que son ellos los mayores fabricantes del noble lavatorio... Lo exportan.
Para finalizar, un pequeño tema de discusión: ¿cómo se monta?; ¿mirando a los grifos o al revés?
Hay teorías y practicidades.
¿Mirando hacia las canillas, o de espaldas a ellas? 
La tarea parece sencilla, pero, dicen mis informantes, que según la posición de las partes pudendas el chorro es más certero para uno u otro órgano, vale decir, habría que montar según las necesidades.
Por otra parte, en los minúsculos baños de algunos departamentos/apartamentos modernos, es imposible sentarse al bidet mirando los comandos, pues pegada este, (el bidet), se encuentra la pared, y a veces el inodoro.
Vale decir, imposible pasar las piernas.
También hay que tener en cuenta a los que tenemos los pantalones bajos en esos cruciales momentos, tema largo y tedioso que no vale la pena describir. 
Por último:  ¿quién no confundió alguna vez la perilla de agua caliente con la fría y tuvo que ahogar un grito de dolor en la noche?
                                 Arnaldo Zarza