miércoles, 10 de noviembre de 2010

            La mansión satánica
             Capítulo XIII
Poco después de las 20 PM  llegó Manu, subió al transporte eléctrico que lo trasladó a la entrada de la casa, donde lo esperaba Verónica. 
Minutos después bajó de su “escarabajo” plateado Mónica, la única visitante autorizada por los padres de Verónica y Julián a entrar con el auto en ausencia de ellos a la propiedad.
Para la 20,30 ya estaban todos los invitados distribuidos dentro de la casa, salvo Benicio Liang Li, quién raro en él, aún no había llegado.
Julián, riendo, tomando Pepsi  y comiendo papas fritas les contaba a Ernesto y Rafael el extraño sueño que había tenido. Rafael, un chico flaco, alto, rubio, de abundante pelo lacio peinado a dos aguas y dientes de conejo, festejó con una risotada seguido de un eructo la descripción de cómo había caído al vacío en el sueño de su amigo. Sorbió un largo trago de la lata y dijo:


-Boludo, hoy va a ser la noche de los muertos vivos, resucité, soy inmortal, y vos también, Erny… JA, ja, ja…
Sentado frente la enorme pantalla 3D donde verían una película o jugarían con el “Playstation”, Ernesto no parecía tan alegre como su amigo. El joven retacón, de piel blancuzca y mirada huidiza no probó bocado ni tomó un solo trago mientras Julián contaba la historia, su mano jugueteaba con el control remoto del televisor apagado, como si fuera una válvula de escape a su ansiedad.   
-¿Yo también morí?- Dijo con cierto temor e inocencia.
-Boludo, fue solo un sueño, cuando nos caímos te perdí de vista... por ahí te salvaste.
- O por ahí estás bien muerto, cagón.-Dijo Rafael riendo y escupiendo restos de papas fritas y gaseosa. El flaco restregó sus manos grasientas en los cabellos crespos asentados en la generosa cabeza del gordo, moviéndole todo el esqueleto.- ¿No ves que somos dos zombies, dogor?   
-Pará un poco, ¿querés?-Dijo el gordo levantándose del sillón con cara de pocos amigos, y encarando para la puerta… 
-Hey, Ernesto, ¿adonde vas?-Gritó Julián cuando su amigo empezaba a desaparecer metiendose en el pasillo.
-Al baño.
Rafael, el payaso del grupo, corrió y alcanzó al gordo en la penumbra del corredor. Lo abrazó de atrás. 


-Soy un zombi hambriénto, quiero comer carne de chancho... hummm...-Le dijo besuqueándolo en el cuello.
El gordo forcejeó desesperado, tratando de liberarse de los brazos del flaco que lo asfixiaban. 
-Sos un boludo, dejame...
Julián, desde el vano de la puerta miraba divertido  lo que pasaba.
Segundos después, cuando Ernesto pudo desprenderse del flaco, corrió por el pasillo sin rumbo, hasta que finalmente desembocó en el living.
Rafael y Julián siguieron al gordo y lo encontraron mirándose en el espejo roto.
-Se te ve más flaco, dogor.-Dijo Rafael riendo.-Ernesto no contestó, miraba concentrado lo que quedaba del espejo.
Rafael levantó del piso un trozo grande del espejo roto, y siguiendo con su actitud de hacerse el cómico, dijo  mirando el trozo de vidrio.
-¿A ver como se ve un zombi hambriento?-
Todo pasó muy rápido, la sonrisa sobradora desapareció de su boca trocando en un rictus de terror.
Un pequeño alarido salió de su garganta y el espejo se le escurió de las manos haciendose añicos en el piso. 
El gordo pareció volver en sí con el grito de Rafael, mientras Julián se divertía pensando que todo era teatro.
Rafael tenía el rostro blaco como un papel blanco, la mirada extrviada y un pequeño temblor en los labios. Levantó los brazos y se frotó la cara con las manos. Sacudió la cabeza de un lado al otro como tratando de despabilarse. 
Julián dejó de reir y Ernesto miró a Rafael con la boca abierta. El rubio tenía la cara cubierta de sangre.
 
El generador de electricidad empezó a fallar y la luz titiló mortecina.
Afuera, bajo las sombras y brillos de la noche tormentosa, Jeremías, el súbdito de satanás, iniciaba su orgía de sangre.



Arnaldo Zarza.